LA MURALLA
"La gente
lo reconoció nada más verlo y se agolparon sobre él como hormigas junto a un
insecto muerto. Le suplicaron entre llantos que derribara aquellas puertas que
separaban dos mundos totalmente opuestos. Que los obligaban a vivir confinados,
pasando todo tipo de penurias, en una inmensa explanada tras la muralla de una
ciudad que no quería compartir su bienestar.
Pero
Heracles estaba cansado de hacer favores. Hastiado de tanto trabajo encomendado
en busca de una paz interior que nunca llegaba. Harto de poseer un don que se
había convertido en un castigo. En una maldición.
Finalmente, Heracles se vio obligado a hablar…
< Os veis como insignificantes
gotas de agua. Que no servís ni para humedecer la tierra que pisáis con
vuestras lágrimas. Pero si os unierais formaríais un mar imposible de detener.
Una ola imparable que superaría cualquier muralla. Que derribaría cualquier
puerta que se pusiera en vuestro camino ¡Dejad de pedir favores a los Dioses! ¡Dejad
de verme como un héroe y sedlo vosotros! ¡Buscad el valor y la fuerza que todos
tenéis en vuestro interior! Si
queréis realmente cambiar las cosas, ¡luchad por ello! ¡Dejad de ser meras gotas
de agua y convertíos en océano!>
Las
palabras de Heracles consiguieron su propósito. Miles de ojos que un segundo
antes reflejaban miedo y temor se transformaron al instante en miradas
desafiantes. Miradas que se giraron para posarse en aquellas puertas que ya no
parecía tan altas ni tan recias, y a la que se dirigió una marea humana convertida en tormenta.
Una tempestad
de cuerpos chocaron contra las puertas de la ciudad de manera virulenta, pero
éstas permanecieron firmes. Se formaron nuevas olas repletas de manos desnudas
que siguieron golpeando la entrada en busca de esa ansiada orilla a la que
querían acceder. Con cada arremetida la madera crujía como si se quejara y
parecía por momentos que iba a ceder, pero aquella fuerza seguía siendo insuficiente
para doblegar su sólida estructura. Los vigías de la ciudadela habían dado la
voz de alarma y la ayuda no tardó en llegar. Cientos de hombres apuntalaron las
puertas por el otro lado mientras otros tantos lanzaban flechas y piedras
contra una oleada que se debilitaba con cada nueva embestida. Un mar que terminó
por retroceder al darse cuenta que sus olas sólo manchaban de impotencia
aquella entrada inaccesible. Un mar que se disipó en miles de gotas dejando
tras de sí enormes charcos de sangre.
Heracles
observó aquel despropósito desde la distancia y retomó su camino en medio del
caos y la confusión. Aguantó impertérrito las miradas de decepción de muchos y
los insultos de unos cuantos que no pudieron reprimir su rabia. Escuchó
inalterable palabras duras cargadas de un dolor desgarrador. Palabras escupidas
con enorme desprecio, y que resbalaron sobre el rostro impasible de un Heracles,
al que no le cabía en su interior ni una gota más de culpa. Una culpa que desde
hacía mucho, anegaba por completo su oscuro pozo de pecados."
Por Juan Carlos Colorado.
Juan Carlos Colorado vino a este
mundo unos días después de que el hombre pisara por primera vez la Luna. Desde
entonces, su imaginación no ha hecho otra cosa que volar todo lo alto que las
circunstancias le permiten.
Sus relatos han aparecido
en publicaciones como “Monstruos de cine” y “Día de difuntos” de Calabazas en el Trastero (ambas del
2011) y en la antología fantástica “Epic” de Tyrannosaurus Books (2013)
También ha escrito el guión de “Zombis
a.C.” con Dolmen Editorial (2010), con dibujo de Juan Luis Rincón. En este
cómic se incluye un relato corto “Una historia de zombis romanos” ilustrado por Agu Ariza. Finalmente ha
publicado por crowdfunding el cómic “Exodo apócrifo” con dibujo de Juan Luis
Rincón (2014)
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